Y ahí empieza la búsqueda de la píldora mágica, el sistema, la fórmula o el plan que haga de la innovación un hecho. La innovación, sin embargo, no es muy dada a planes, sistemas y fórmulas. Tiene que ver con las personas - inquietas, fascinadas, inspiradas y con una necesidad casi enfermiza de cambiar las cosas para mejor. Y aunque desde luego puede ser apoyada por los sistemas, nunca puede ser reducida a ellos.
Si una organización precisa prender la innovación tiene que olvidarse de fórmulas resbaladizas y prestar atención a lo que sucede en el interior de las personas. Porque ahí es donde empieza la innovación. El innovador, la persona inspirada, se propone hacer la diferencia.
¿Cuál es la clave de las personas innovadoras? ¿Cuál es esa mezcla de cualidades que permite que la persona innovadora tenga éxito mientras que sus colegas se quejan y reniegan mientras se dirigen a su siguiente reunión (otra más) totalmente innecesaria?
¿Sus herramientas? ¿Sus técnicas? Desde luego, éstas resultan muy útiles pero si no se cuenta con el material adecuado devienen mera decoración. Por tanto, si tú te has autodeclarado como uno de los pocos que están dispuestos a dejar de quejarse de tu empresa, de la crisis, de tu jefe, de los procesos y de los recursos es el momento de empezar a asumir la responsabilidad personal de innovar.
Ahora es tu oportunidad para poner las cosas en marcha. Es el momento de que asumas el liderazgo, para liderar la revolución en el área en la que estás trabajando y empezar a hacer algo de magia.
Empieza contigo, pero ¿donde?. En la conciencia. En la conciencia de que eres una persona llena de recursos y que lo único que precisas es poner en juego una serie de cualidades que te conectaran con la innovación:
- Desafiar el "status quo"
- Mostrarte curioso
- Estar automotivado
- Asumir riesgos
- Jugar / Poner en marcha el sentido del humor
- Flexible / Adaptable
- Hacer nuevas conexiones
- Reconocer pautas
- Tolerar la ambigüedad
- Dispuesto a (des)aprender
- Perseverante
- Resiliente
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