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Crear incomodidad para innovar




Llevamos años escuchando que la innovación es extraña e inusual y que, al mismo tiempo, ofrece grandes posibilidades y enormes beneficios (potenciales). Nos han contado cientos de historias de personas, equipos y empresas que muestran cómo innovar. En el fondo, lo que estas historias pretenden es reducir el miedo y la incertidumbre que acompaña a la innovación y mostrar que es posible tener éxito.

En las formaciones, en las reuniones y en los cambios se nos recalca repetidamente que la innovación es simple, amigable y cautivadora. En otras palabras, se dedica una importante cantidad de tiempo y también de dinero a posicionar la innovación de tal forma que la gente no la vea como complicada o amenazadora.

Todo ello tal vez haya reducido un tanto la incertidumbre y la resistencia ante las técnicas y herramientas de la innovación pero no todo el mundo acepta tan fácilmente que el nivel de riesgo e incertidumbre asociado a la innovación se haya eliminado. De hecho, no hay en ningún sitio gente tan reacia a aceptar las nuevas ideas como en los equipos o en las organizaciones en las que alguien intentar lanzar nuevas ideas que traten de modificar o de alterar los métodos o los procesos existentes en la actualidad.

Por tanto, como lo de reducir el miedo y la incertidumbre no ha funcionado, propongo adoptar otra estrategia.

Lo que deberíamos hacer, en lugar de crear mayor comodidad hacia la innovación, es crear incomodidad sobre la situación actual. Nada genera más energía y entusiasmo por el cambio que un cambio corporativo estratégico inminente, una amenaza externa o un profundo cambio en el mercado.

Todas estas situaciones tienen la peculiaridad de crear cierto malestar con el status quo. Y cuando el status quo es incierto es el momento en que la innovación puede empezar a ser vista como algo muy atractivo. Puede que no seamos capaces de eliminar la complejidad o el miedo a la innovación para conseguir una participación en la innovación de manera más regular, pero al menos crear malestar con el status quo puede impulsar más oportunidades para la innovación. 

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