Jugar con las palabras siempre ha sido una actividad fascinante. Y, por supuesto, muy vinculada a la esfera de la creatividad. El denominado "Manifiesto Holstee", por ejemplo, es un fantástico llamamiento a la acción para vivir una vida llena de intención, de creatividad, de pasión y de comunidad.
De hecho, yo mismo me he inspirado en el juego propuesto por dicho Manifiesto para confeccionar la portada de mi penúltimo libro, sobre gestión positiva del conflicto, sacado a la luz recientemente.
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En una línea similar, el norteamericano Jonathan Feinberg ha creado Wordle, un programa de software que transforma cualquier texto en palabras de mayor o menor tamaño en función de sus repeticiones. El entretenimiento radica en que, cualquier persona, tras elegir un texto luego elije el tipo de letra entre 34 modelos diferentes de fuentes, la combinación de colores, el número de letras seleccionadas e incluso la forma en que las quiere colocar.
Al parecer, Wordle (ver wordle.net), es ya una herramienrta muy utilizada en las escuelas donde los niños pueden, por ejemplo, jugar a escribir letras de animales y luego colorearlas.
Toda herramienta que potencie la creatividad merece ser reconocida.
Toda herramienta que potencie la creatividad merece ser reconocida.
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Doro