En cierta ocasión preguntaron a un inventor por qué se pasaba dieciséis horas al día dándole vueltas a su trabajo. Él respondió: "Porque estoy insatisfecho con la forma de todo lo que actualmente existe".
La insatisfacción es sumamente beneficiosa para el proceso creativo. De lo contrario, se pierde el impulso que uno necesita para detectar problemas potenciales y oportunidades.
El éxito, por otra parte, suele hacernos complacientes. Pensamos, "Todo está bien. ¿Para qué cambiar algo?". Así, dejamos de intentar nuevos enfoques. A menudo, sólo cuando el éxito se ve amenazado tratamos con urgencia de buscar nuevas ideas y de hacer mejoras.
Un ejemplo de ello es el denominado "síndrome del velero", surgido tras la explosión de la revolución industrial acaecida en la industria naval velera a mediados del siglo XIX. Sólo después de que se hizo evidente que el buque de vapor dominaría al tradicional velero comercial, llegó el velero a su pico de eficiencia.
Ante el reto del vapor, los barcos de vela redujeron la duración media cruzando al Atlántico hacia el oeste, de cinco semanas en 1840 a tres semanas en 1860. Muchos de los cambios que hicieron posible este aumento en la velocidad se podrían haber llevado cabo décadas antes, pero sólo cuando la industria de barcos de vela se enfrentó a la eliminación de su medio de subsistencia surgió la motivación necesaria para pensar en mejorar.
El éxito, por otra parte, suele hacernos complacientes. Pensamos, "Todo está bien. ¿Para qué cambiar algo?". Así, dejamos de intentar nuevos enfoques. A menudo, sólo cuando el éxito se ve amenazado tratamos con urgencia de buscar nuevas ideas y de hacer mejoras.
Un ejemplo de ello es el denominado "síndrome del velero", surgido tras la explosión de la revolución industrial acaecida en la industria naval velera a mediados del siglo XIX. Sólo después de que se hizo evidente que el buque de vapor dominaría al tradicional velero comercial, llegó el velero a su pico de eficiencia.
Ante el reto del vapor, los barcos de vela redujeron la duración media cruzando al Atlántico hacia el oeste, de cinco semanas en 1840 a tres semanas en 1860. Muchos de los cambios que hicieron posible este aumento en la velocidad se podrían haber llevado cabo décadas antes, pero sólo cuando la industria de barcos de vela se enfrentó a la eliminación de su medio de subsistencia surgió la motivación necesaria para pensar en mejorar.
Moraleja: para seguir teniendo éxito, a veces, tenemos que estar insatisfechos con lo que nos ha permitido tener éxito.
¿De qué estás tú insatisfecho?
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