Piensa en una ocasión en la que hiciste algo que preferirías no haber hecho. Recuerda ahora lo que te dijiste a ti mismo inmediatamente después de haber cometido esa "equivocación" o ese "error".
Algunas frases comunes son "¡Qué tonto fui!", "¿En qué estaba pensando?", "¿Cómo pude hacer una cosa tan estúpida?", "¡Siempre la fastidio!", ...
La mayoría de personas nos quedamos enredados en un sentimiento de reproche hacia nosotros mismos en lugar de beneficiarnos de las equivocaciones o vivirlas de otra manera.
La culpa y la vergüenza son precisamente dos de las energías más destructivas de la creatividad. En particular, hay una expresión que debería alertarnos de que estamos resistiéndonos a aprender y a crecer: los "debería". "Debería haberlo imaginado", "No debería haber hecho eso".
Cada vez que cedemos y nos sometemos a esas exigencias, nuestras ideas están desprovistas de la frescura y de la energía que precisa la creatividad.
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