El término "innovación democrática" alude al potencial de los usuarios de productos y servicios para desarrollar lo que necesitan por ellos mismos en lugar de confiar en las empresas para que lo hagan.
Tras unos años, la noción de
involucrar a los usuarios en el proceso de innovación ha despegado, y hoy en
día las empresas utilizan el crowdsourcing y los concursos de innovación para
generar una multitud de nuevas ideas.
Aunque obviamente las empresas se
esfuerzan en sacar partido a todas esas contribuciones, también existen cuatro grandes condicionantes:
* La democratización de la
innovación supone una sobrecarga en la evaluación de las ideas generadas. La ingente avalancha de ideas
implica en la práctica que muchas empresas no tienen una forma eficiente de evaluarlas
y mucho menos de fusionar ideas incompletas o un tanto menores que podrían
resultar potentes al combinarlas en combinación.
* Las empresas pueden caer en "la maldición de la experiencia". Los
expertos en las diferentes áreas que son buenos en generar y en
identificar ideas factibles con frecuencia poseen ciertas dificultades al generar
ideas novedosas o aceptarlas.
* Las personas que no cuentan con experiencia en un dominio concreto son capaces de aportar ideas novedosas pero es muy improbable que puedan proporcionar los detalles que harían
factibles esas ideas. Es decir, no pueden concretar esas ideas desordenadas en
diseños coherentes.
* Las empresas tienen problemas para ver el bosque debido a que se centran en
los árboles. Esto es, se enfocan en desmenuzar una gran cantidad de requisitos
del cliente, pero luego se devanan los sesos para por producir una solución integral
que atraiga a la comunidad en general.
En este contexto, la inteligencia artificial a juicio de algunos expertos puede aportar mucho valor en superar todos esos condicionantes.
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