En la corte de Luis XIV estaba de moda un juego de salón, el bagatelle. El entretenimiento tenía lugar en una mesa con tapete de billar y nueve agujeros en los que había que introducir bolas con un palo. Su popularidad se mantuvo con los años. Con los siglos, el juego fue evolucionando y estandarizándose, adoptándose en diversos países
A Estados Unidos llegó a las colonias británicas, y en 1860 era ya bastante popular. Un inventor inglés, residente en Estados Unidos, llamado Montague Redgrave decidió instalar una fábrica de Bagatelle. Transcurría el año 1869.
Redgrave decidió hacer una serie de mejoras al juego y las patentó. Estas mejoras incluían la introducción de un resorte para lanzar la bolita hacia arriba del tablero, en lugar del palo de billar. La innovación hizo que el juego fuera más amigable. También redujo el tamaño del tablero, de modo que cupiese por ejemplo en los bares.
Al reducir el tamaño, las pelotas fueron reemplazadas por bolitas (canicas) y los obstáculos se convirtieron en varios “alfileres” (o “pins” en inglés, de ahí pinball), más pequeños. Todas estas innovaciones se reconocen como el origen del pinball moderno.
Posteriormente, en plena crisis económica, el juego tuvo gran éxito entre quienes buscaban entretenerse de forma barata. La mayoría de las farmacias y tabernas en Estados Unidos tenían un pinball que funcionaba con monedas, y el coste de la máquina se pagaba rápidamente con el uso que le daban las personas.
Para entonces ya se cubría el tablero con vidrio, y se seguía utilizando el resorte de Redgrave para lanzar la bola al espacio de juego. En 1931, el empresario David Gottlieb lanzó: el Baffle Ball. El juego funcionaba con monedas, y el jugador disponía de cinco y siete pelotas por 1 centavo. Gottlieb vendió más de 50.000 unidades, convirtiéndose en el principal fabricante de la época.
Poco después, uno de los distribuidores de Gottlieb, Ray Moloney, decidió empezar su propio negocio y creó un nuevo juego, llamado Ballyhoo, con un tablero más grande y 10 agujeros donde podía caer la bola, haciendo que el juego fuera más difícil que el Baffle Game. También se hizo rápidamente popular. Ballyhoo agregó un contador de puntos en la parte superior del tablero, algo que ya se mantendría siempre.
La llegada de la electricidad trajo grandes cambios al pinball. Se creó el pinball eléctrico que permitía crear un “agujero bonus” desde donde la bolita volvía a salir, y sonaba una campana de premio. Características que rápidamente fueron adoptadas por otros fabricantes. Se le empezaron a agregar luces, diseñadas para atraer a los jugadores. Para entonces, había unas 150 empresas fabricando y diseñando máquinas de pinball.
Durante la Segunda Guerra Mundial y la postguerra, los pinballs se cubrieron de motivos patrióticos y sirvieron para entretener a las tropas en los bares en Estados Unidos. La influencia estadounidense a través de las bases militares devolvió la popularidad a estos juegos.
En los cincuenta, se introdujeron por primera vez las palancas (llamadas flippers - aletas - en inglés, de ahí también el nombre). Al principio eran seis palancas que se controlaban desde los lados. Pero como esto hacía al juego bastante más complejo, al año siguiente se lanzó un juego que sólo usaba dos palancas en la parte de abajo. El sistema agregaba un factor de habilidad sencillo. Se convirtió rápidamente en un producto estrella.
Ya en los años 70 el pinball vivió una nueva revolución, con la introducción de los circuitos electrónicos y las pantallas digitales. Se agregaron efectos de sonido, voces y otras características que sólo los computadores posibilitaban.
Al primer pinball español se le llamó "El Millón", una forma de llamar al pinball que muchos hicieron suya. España, por cierto, llegó a ser el segundo fabricante del mundo por detrás de Estados Unidos. Una industria muy importante que llegó a tener 70 fabricantes y casi 650 modelos.
Los bares amortizaban en pocos meses la compra de estos aparatos y algunos fabricantes hicieron grandes fortunas.
Hoy el invento todavía es venerado por los nostálgicos.
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