Es bien sabido. Las innovaciones llevan consigo incomprensiones, dificultades y polémicas. No todas, evidentemente, pero la creatividad siempre ha sido sospechosa de tratar de romper el "status quo", de querer construir castillos en el aire, de diseñar o construir cosas innecesarias.
Este es el caso de la ópera de Sídney que estos días cumple su 50 aniversario. Su arquitecto, Jorn Utzon, fue tan vilipendiado y menospreciado que tuvo que abandonar Australia y nunca más volvió. Ni siquiera fue invitado a la inauguración de su icónico edificio.
Hoy este edificio, con su célebre cubierta que evoca el velamen de un barco, es uno de los más fotografiados del mundo y una de las construcciones más reconocidas y fotografiadas del planeta.
Como el propio Utzon definió en una expresión que se hizo famosa: "Malice in Blunderland" (malicia en el país de los disparates).
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