Mirar con ojos de niño es algo que deberíamos preservar para seguir en contacto con la innovación.
Aplicar la mentalidad infantil en las empresas tiene tres beneficios muy importantes: el atrevimiento, la curiosidad y la honradez.
El atrevimiento, algo muy propio de los infantes; es no conocer los miedos irracionales, esos que se han construido irracionalmente y que limitan nuestras acciones. Esta cualidad también nos permite dejarnos guiar por el corazón o por la intuición, sin miedo al qué dirán o por temor a romper lo que se ha hecho siempre en un lugar. Obviamente, en la empresa, la osadía por hacer las cosas de manera diferente y aportar ideas originales es, hoy en día, algo fundamental.
La curiosidad también es típica de los niños y niñas. Lo preguntan todo y no dan nada por supuesto. Aunque una cosa lleve haciéndose de una manera determinada desde siempre, eso no es motivo para evitar el cuestionamiento infantil y, si es necesario, ponerla en duda. La curiosidad está relacionada con observar con avidez y con examinar todo críticamente.
Por último, la honradez es una virtud que también poseen todos los niños. En la infancia, los prejuicios no existen, el sentido de la justicia no está adulterado y la sinceridad está siempre por delante. En la infancia, existe plena capacidad de asumir las limitaciones propias hasta el punto de poder decir "no lo sé" con plena naturalidad.
Qué bueno sería para las empresas, para la innovación y también para nosotros mismos, que rescatásemos este tipo de mentalidad.
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