Resulta evidente que el papel de la música está infravalorado.
En la educación, sin ir más lejos, la música está relegada a ser una materia “de
relleno”, aunque después hablamos sin parar de la importancia de la creatividad y de la innovación.
La música está profundamente relacionada con la innovación, en particular a nivel neurológico y de comportamiento. La música nos ayuda a crear
conexiones complejas en nuestro cerebro y a desarrollar un pensamiento
divergente y creativo y, por otro lado, nos educa en cosas que no se aprenden con facilidad en un aula: a ser perseverantes, resilientes, colaborativos, disciplinados,
etc. Y desde luego enseña a buscar la operatividad y la belleza en lo que
hacemos.
En Suiza (más concretamente en el Institute For Computer
Music and Sound Technology) se está investigando sobre el sonido que emiten los
árboles para entender mejor sus funciones biológicas, de la misma manera que un
doctor nos “escucha” con el estetoscopio para saber si estamos sanos.
La música representa lo humano, está en nuestro ADN, la
naturaleza ha privilegiado el gusto musical en la evolución de nuestros
cerebros. No hay nada casual en el hecho que todas las culturas de todas las épocas haya tenido - y seguirán teniendo - música.
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