Algunos atribuyen la historia siguiente a sir Ernest Rutherford, presidente de la Sociedad
Real Británica y Premio Nobel de Química en 1908, refiríendose a su alumno, Niels Bohr, quien luego propuso el modelo de átomo
con protones y neutrones y los electrones que lo rodeaban (premio Nobel de
Física en 1922).
Lo cierto es que la célebre “anécdota del barómetro” (así se llama la historia que compartiré en esta entrada) fue creada por Alexander Calandra, profesor de física de la Universidad de Washington y se popularizó al ser publicada en un prestigioso semanario. Sea como fuere la historia reza así:
“Hace algún tiempo, recibí la llamada de un
colega. Estaba a punto de poner un cero a un estudiante por la respuesta que
había dado en un problema de física, pese a que este afirmaba con rotundidad
que su respuesta era absolutamente acertada. Profesores y estudiantes acordaron
pedir arbitraje de alguien imparcial y fui elegido yo. Leí la pregunta del
examen: "Demuestre como es posible determinar la altura de un edificio con
la ayuda de un barómetro".
El estudiante había respondido: "lleve el
barómetro a la azotea del edificio y átele una cuerda muy larga. Descuélguelo
hasta la base del edificio, marque y mida. La longitud de la cuerda es igual a
la longitud del edificio".
Realmente, el estudiante había planteado un serio
problema con la resolución del ejercicio, porque había respondido a la pregunta
correcta y completamente. Por otro lado, si se le concedía la máxima
puntuación, podría alterar el promedio de su año de estudios, obtener una nota más
alta y así certificar su alto nivel en física; pero la respuesta no confirmaba
que el estudiante tuviera ese nivel. Sugerí que se le diera al alumno otra
oportunidad. Le concedí seis minutos para que me respondiera la misma pregunta
pero esta vez con la advertencia de que en la respuesta debía demostrar sus
conocimientos de física.
Habían pasado cinco minutos y el estudiante no
había escrito nada. Le pregunté si deseaba marcharse, pero me contestó que
tenía muchas respuestas al problema. Su dificultad era elegir la mejor de
todas. Me excusé por interrumpirle y le rogué que continuara. En el minuto que
le quedaba escribió la siguiente respuesta: coja el barómetro y láncelo al
suelo desde la azotea del edificio, calcule el tiempo de caída con un
cronómetro. Después aplique la formula altura = 0,5 A por T2. Y así obtenemos
la altura del edificio. En este punto le pregunté a mi colega si el estudiante
se podía retirar. Le dio la nota más alta.
Tras abandonar el despacho, me reencontré con el
estudiante y le pedí que me contara sus otras respuestas a la pregunta. Bueno,
respondió, hay muchas maneras, por ejemplo, coges el barómetro en un día
soleado y mides la altura del barómetro y la longitud de su sombra. Si medimos
a continuación la longitud de la sombra del edificio y aplicamos una simple
proporción, obtendremos también la altura del edificio.
Perfecto, le dije, ¿y de otra manera? Sí, contestó,
este es un procedimiento muy básico: para medir un edificio, pero también
sirve. En este método, coges el barómetro y te sitúas en las escaleras del
edificio en la planta baja. Según subes las escaleras, vas marcando la altura
del barómetro y cuentas el número de marcas hasta la azotea. Multiplicas al
final la altura del barómetro por el número de marcas que has hecho y ya tienes
la altura. Este es un método muy directo.
Por supuesto, si
lo que quiere es un procedimiento más sofisticado, puede atar el barómetro a
una cuerda y moverlo como si fuera un péndulo. Si calculamos que cuando el
barómetro está a la altura de la azotea la gravedad es cero y si tenemos en
cuenta la medida de la aceleración de la gravedad al descender el barómetro en
trayectoria circular al pasar por la perpendicular del edificio, de la
diferencia de estos valores, y aplicando una sencilla fórmula trigonométrica,
podríamos calcular, sin duda, la altura del edificio. En este mismo estilo de
sistema, atas el barómetro a una cuerda y lo descuelgas desde la azotea a la
calle. Usándolo como un péndulo puedes calcular la altura midiendo su periodo
de precisión. En fin, concluyó, existen otras muchas maneras.
Probablemente, la
mejor sea coger el barómetro y golpear con él la puerta de la casa del
conserje. Cuando abra, decirle:
-Señor conserje, aquí tengo un bonito barómetro.
Si usted me dice la altura de este edificio, se lo regalo.
En este momento de
la conversación, le pregunté si no conocía la respuesta convencional al
problema (la diferencia de presión marcada por un barómetro en dos lugares
diferentes nos proporciona la diferencia de altura entre ambos lugares) dijo
que la conocía, pero que durante sus estudios, sus profesores habían intentado
enseñarle a pensar".
Comentarios
Comparado con estos 'cabezones', me siento como un mosquito atontado.
Recuerdos.
RZ
Abrazo.